Durante muchos años, la referencia para determinar si una persona era inteligente o no, era el valor de su coeficiente intelectual. De alguna manera, conociendo el CI de una persona, se podía determinar cuán exitoso sería. Hasta ese momento, la inteligencia se asociaba a los aspectos cognitivos, tales como la memoria y la capacidad para resolver problemas.
Poco a poco se fueron introduciendo nuevos conceptos, como cuando en 1920, Edward Thorndike habló de la “inteligencia social”, esa habilidad básica para comprender y motivar a otras personas. Ya en los años 40, David Wechsler estableció que ningún test de inteligencia podía ser válido si no se tenían en cuenta aspectos emocionales. Más tarde, el propio Howard Gardner ya pondría los primeros cimientos con la séptima de sus inteligencias, la llamada inteligencia interpersonal, muy parecida sin duda a la emocional.
No fue sino hasta 1995 cuando se escuchó hablar del término “Inteligencia Emocional”, presentado por Daniel Goleman, quien mostró el gran poder que las emociones tienen sobre lo que somos, lo que hacemos y en cómo nos relacionamos. Ya se comienza a entender la inteligencia como nuestra capacidad para dirigirnos con efectividad a los demás y a nosotros mismos, de conectar con nuestras emociones, de gestionarlas, de auto-motivarnos, de frenar los impulsos, de vencer las frustraciones.
Goleman explica que dentro de su enfoque sobre la inteligencia emocional hay cuatro dimensiones básicas:
Para Goleman, eres inteligente cuando logras ser competente en estas cuatro áreas. La inteligencia emocional se aprende y se puede potenciar. Esta habilidad se halla en nuestra propia epigenética. Es decir, se puede activar y desactivar, dependiendo del entorno emocional y social en el que crezcamos, en el que nos eduquen. Lograrlo, es cuestión de voluntad y de constancia.
Claves para desarrollar la Inteligencia Emocional
Como ves, la única receta para alcanzarlo es aplicar estos principios todos los días, hasta que ser inteligente emocionalmente se convierta en tu nuevo hábito.